Comunidad Homosexual Argentina: arrancó en un sótano y cambió miles de vidas | INFORME ESPECIAL

¿Qué pasaría si te dijera que parte de los derechos que hoy das por sentados arrancaron en el sótano de un boliche? No es metáfora. Es literal.

25-04-2025 - Por Noticias Ensenada

Comunidad Homosexual Argentina: arrancó en un sótano y cambió miles de vidas | INFORME ESPECIAL

Leyendo esta nota vas a entender por qué ese lugar y ese día cambiaron la historia de muchas personas. El lunes 16 de abril de 1984, en pleno centro porteño, se fundó la Comunidad Homosexual Argentina (CHA). Fue en el sótano del boliche Contramano, en Santa Fe y Rodríguez Peña.

El que impulsó todo fue Carlos Jáuregui, un profesor de historia que no se bancaba más la represión. La policía seguía usando edictos que habilitaban arrestos por “vagancia” o “desórdenes”. La excusa perfecta para meter presas a personas trans, gays, lesbianas o cualquiera que se saliera del molde.

¿Pero por qué justo ahí y justo en ese momento? Porque, a meses de haber vuelto la democracia, la policía hizo una razzia en Balvanera y se llevó a casi 200 personas de un boliche. El dueño de Contramano, José Luis Delfino, ofreció su local para organizarse.

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Y lo que empezó como una reunión improvisada terminó en una asamblea con 100 personas, de las cuales solo 14 se animaron a poner su nombre para darle forma legal a la Comunidad Homosexual Argentina.

Carlos Jáuregui quería llamarla “Putos Unidos”, pero el nombre no prosperó. Demasiado jugado para la época. Quedó Comunidad Homosexual Argentina, y él fue el primer presidente. Desde el principio, el objetivo fue claro: dejar de vivir con miedo, dejar de ser criminalizades solo por existir.

Un año después, llegó el sida. Y ahí nació otra batalla: Stop Sida, la campaña impulsada por la CHA para enfrentar el silencio, la desinformación y el abandono del Estado. Murió muchísima gente. Militantes, amigos, amores. Pero la organización siguió.

Muchos nombres no trascendieron. Pero sin esas personas, la CHA no hubiera existido. Militantes como Gustavo Pecoraro —que después organizó la primera Marcha del Orgullo en 1992— o Flavio Rapisardi, que llevó la lucha a la universidad, a la calle y hasta a los organismos de derechos humanos. Se plantaron frente a la represión y dijeron “acá estamos”.

También estuvieron Mónica Santino, que entró con miedo y terminó abriendo la puerta a otras; y José Luis Pizzi, abogado que fue apodado “el abogado de los putos” por salir a dar la cara con su hija a caballito en cada marcha.

En 1992 llegó la personería jurídica. En 1996, la derogación de los edictos policiales. Y ahí muchos sintieron que, al fin, salían del sótano. Aunque todavía faltaba.

La Comunidad Homosexual Argentina sigue siendo un símbolo. De lucha, de memoria y de resistencia. De cómo un grupo de personas se juntó a pensar cómo dejar de ser detenidas por bailar o besarse. Y de cómo, a veces, una revolución empieza en un boliche. A contramano, claro.