El intendente de Ensenada, Mario Carlos Secco, se ha transformado en su comunidad en una especie de rockstar. La gente en las calles le pide fotos, los autos le tocan bocina y los chicos lo abrazan y le cuentan sus cosas.
Su figura despierta sentimientos muy variados: entre la dureza e inflexibilidad con que trata a sus opositores o la mano firme con la que hace cumplir órdenes a sus funcionarios, hasta la relación casi familiar que logra establecer con su población, especialmente con ancianos, adolescentes y niños, casi no hay términos medios. Esa parece ser la fórmula del éxito.
El evento de ayer, con motivo de la jura de la bandera argentina por parte de los cientos de chicos de cuarto grado de las escuelas de Ensenada en la Plaza Belgrano, con la Iglesia de la Merced y la Municipalidad de fondo, muestra en un solo acto todo lo que referenciamos en el párrafo anterior.
Un formidable festejo organizado por la comuna local casi a la perfección, sin fisuras, con las fuerzas vivas a pleno, gran cantidad de público y los chicos como figuras centrales.
Todo documentado extensamente con miles de fotos y videos oficiales, subidos a todas las redes y canales de información municipales, con Secco siendo abrazado y vivado por los niños, como eje central de la comunicación. Sencillamente redondo.
Los veinte años y medio de gestión como intendente, fueron moldeando a un dirigente sindical de los trabajadores municipales, que había gobernado el gremio STME durante ocho años con firmeza opositora y logros impensados, en un dirigente político prolijo, contundente y exitoso.
Aquel tipo joven de carácter duro, serio, inconmovible y muy localista, dio paso a una figura regional que cautiva a grandes y chicos con su cercanía afectuosa, sus formidables éxitos de gestión y electorales y una ductilidad impensada en aquellos difíciles años de durísimas luchas gremiales de principio de este siglo que ya recorrió su primer cuarto.