¿Por qué algunas PyMEs logran exportar y otras no? Spoiler: no es solo el producto

Por Fernando Arrieta | Auditor ISO – Director Regional G-Certi LATAM

11-06-2025 - Por Noticias Ensenada

Hay una diferencia sutil, pero decisiva, entre tener un buen producto y estar listo para el mundo. En América Latina sobran productos de calidad, pero faltan sistemas de gestión que los respalden. Mientras algunos empresarios aún creen que exportar depende solo del empaque, el sabor o el precio, otros —los que sí logran llegar y mantenerse en mercados exigentes— entienden algo clave: la estandarización no es una moda, es un pasaporte silencioso al comercio internacional.
Durante años auditando empresas en todo el continente, vi de cerca este fenómeno. Dos PyMEsmismo rubro, misma calidad de producto. Una exporta a cinco países, la otra ni siquiera supera las fronteras provinciales. ¿Qué las separa? La que exporta tiene procesos estandarizados, control de calidad documentado, trazabilidad, mejora continua, gestión de riesgos y una cultura donde cada área sabe lo que hace y por qué lo hace. La otra, improvisa.
La ISO 9001, en su versión más reciente, no pide milagros. Pide coherencia. Pide que tengas claro tu contexto, tus riesgos, tus partes interesadas. Pide que midas, que aprendas, que mejores. Pero sobre todo, pide que lo hagas de forma consistente. Y esa consistencia es oro para un importador europeo, para un distribuidor norteamericano, para un cliente japonés. Porque donde hay un sistema, hay confianza. Y donde hay confianza, hay negocio.
Las estadísticas lo avalan. Las empresas certificadas con ISO 9001 en Latinoamérica reportan mejoras de hasta un 25% en eficiencia operativa y una reducción de entre el 30% y 50% en reclamos y reprocesos. Según ISO Survey 2022, países como México, Colombia y Brasil concentran más del 60% de los certificados de calidad de la región. Y no es casual: son también los países con mayor inserción en mercados globales.
En México, muchas PyMEs lograron integrarse a cadenas de suministro internacionales —como la automotriz, la electrónica y la aeroespacial— gracias a la implementación de sistemas de calidad que garantizan confiabilidad y repetibilidad.
En Perú, el sector agroexportador encontró en la estandarización no solo una vía de acceso a mercados sino una forma de sostener la reputación de productos peruanos como el café, los espárragos o los arándanos en mercados donde una partida rechazada puede cerrar una puerta por años. El país, además, es líder regional en certificaciones ISO 37001 (antisoborno), con más de 1.700 organismos certificados, lo cual refuerza la percepción de confiabilidad y gobernanza.
Y no es casualidad que Colombia haya apostado a la calidad como política de Estado, promoviendo normas ISO entre sus empresas exportadoras y apoyando con programas de financiamiento. Más de 10.000 empresas están certificadas en ISO 9001, y el país lidera la región en certificaciones de seguridad y salud ocupacional (ISO 45001).
Lo mismo está empezando a verse en Argentina, donde varias provincias impulsan certificaciones como parte de su estrategia de desarrollo productivo. Según datos de G-Certi, las PyMEs que adoptan sistemas de gestión de calidad logran aumentar hasta un 20% su productividad en el primer año de implementación.
Exportar exige más que producto. Exige garantías. Procesos. Evidencias. Y eso se construye. No es una cuestión de tamaño, es una cuestión de decisión. Lo vi en empresas chicas, familiares, que entendieron que si querían jugar en ligas mayores, tenían que hablar el idioma de la calidad. Y lo vi también en gigantes que, por no tener sistemas claros, perdieron contratos millonarios por incumplimientos básicos.
Las normas ISO, lejos de ser un obstáculo, son el marco que permite que lo bueno que hacés pueda replicarse, escalarse y sostenerse. Son, en muchos casos, el único diferenciador cuando el producto ya no alcanza. Porque allá afuera, en los mercados donde se pagan precios altos, se exige algo más: previsibilidad. Orden. Responsabilidad.
Las empresas que certifican no solo acceden a nuevos mercados, sino que mejoran sus tasas de retención de clientes, reducen fallas internas y aumentan su reputación institucional. Y eso no se improvisa. Se gestiona. Se certifica. Se respeta.
Por eso, la próxima vez que alguien te diga que su empresa no exporta porque el mercado está difícil, preguntale algo más profundo: ¿qué tan claro tienen sus procesos? ¿Qué tan preparados están para demostrarle a un cliente internacional que pueden cumplir lo que prometen, todos los días, con el mismo estándar?
Porque al final del día, no es solo el producto lo que exportás. Exportás tu cultura de gestión. Exportás tu compromiso. Exportás tu calidad. Y si no podés demostrar eso con hechos, no hay historia que cuente.